- Había una vez, un niño de unos 10 años llamado Pedro, hacía poco tiempo que se había ido a vivir a una casa situada en el campo. Era poco agraciado físicamente, bajito, de piel pálida, bastante delgado, el pelo siempre revuelto de color calabaza, la cara toda llena de pecas y grandes ojos de color verde y unas profundas ojeras. Su ropa siempre descuidada, solía tener los zapatos uno de cada color, y la ropa rota. Era bastante tímido.
Le gustaba descubrir nuevos sitios, por eso, un día decide salir temprano de la casa y sin decir nada a su madre se marcha a dar un paseo, por la enorme pradera que rodea su casa y llega hasta un espeso bosque. Siguió caminando, estaba muy contento, pero pronto se para a descubrir que estaba dando vueltas sobre el mismo sitio, estaba totalmente perdido. Se le había olvidado el camino hacia su casa.
Dando tumbos de un lado para otro, llegó a un pequeño pueblo, en el camino había unos niños jugando, y nada más verlo empezaron a tirarle piedras y a reírse de él, -¡espantapájaros…! gritaban. Pedrito se marchó corriendo con la cabeza baja, todo triste. Se alejó del pueblo, estaba todo disgustado, se habían burlado de él.
Siguió caminando y se encontró un niño que estaba pescando a orillas de un río. Este niño mira a Pedrito y le observa preguntándole -¿Cómo te llamas? - ¿de dónde vienes? - ¿Qué te pasa?, Pedrito mirándole todo desconfiado no le quiere contestar. El niño le dice –soy Pablo y tengo 10 años y estoy solo, no tengo familia porque mis padres han muerto.
Pedrito le dice que se ha perdido y que le gustaría regresar a su casa.
Pablo es un niño alto, con unos vivos ojos de color negro, su pelo es del mismo color. La piel bastante oscura, y su ropa se la veía bastante vieja y sucia. Pablo era muy charlatán y pronto Pedrito se sintió bien con él.
Pedrito le dice a Pablo que le ayude a encontrar su casa.
Marchan juntos, atraviesan el río y siguen caminando. Anochece, Pablo hace una pequeña hoguera y cocina los pescados. Se quedan a dormir debajo de un gran árbol.
Por la mañana siguen con su camino, van caminando y caminando durante varios días.
Un día descubren una cabaña bajo una montaña, tocan la puerta y sale un monje. Los niños les piden ayuda. El monje le exige algo a cambio.
Pedrito, dice de limpiarle la casa, el monje quiere algo más. Pablo le ofrece su caña de pescar. No, quiere todo lo que lleva en la mochila. Pablo acepta y le da todo lo que lleva encima.
El monje reconoce que son unos buenos niños, y les da cobijo esa noche.
A la mañana siguiente, ya no hay cabaña, ni monje….
Pablo tenía ahora una gran mochila, con muchas más cosas, una nueva y bonita caña de pescar….
Pedrote se le veía ya un niño más seguro de sí mismo. Con alegría salió corriendo, allí estaba su casa. Sus padres se encontraban con los brazos abiertos esperando el regreso de su hijo, y ahora llegaban dos.
Pablo encontró un nuevo hogar con padres y hermano, Pedrote ya no era el niño debilucho que un día salió a pasear.
FIN
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